viernes, 3 de enero de 2014

Día 2.

Hola cuadernito. Hace ya unos cuantos días que no te escribo. Para serte sincera, no lo estaría haciendo ahora si no fuese porque Eli se ha pispado de que estabas enterrado en lo más profundo de mi pila de informes, sepultado por un puñado de personas a las que tendré que matar tarde o temprano. Espero que si escribo un poco más, no me mire con el ceño fruncido cada dos por tres. Es realmente molesto. De todas formas, voy a intentar hacer algo constructivo de esto, quizás Eli tenga razón, y escribir sobre lo que me ronda la cabeza sea útil. Ya sabes, me gustaría que el tiempo que vaya a poner en esto no sea tiempo perdido, al menos no del todo. Supongo que solo es necesario que hable del tema correcto. Y creo que sé cual es ese tema. La última vez intenté evitarlo, pero si tengo que exponer todo aquello que me reconcome y que me jode por dentro, tengo que hablar de él. Para que engañarnos, él lo era todo, joder. Quizás lo siga siendo. Quizás ese sea mi problema. 

Él es Hamish Doyle. Si comprendieses lo que me cuesta siquiera escribir ahora su nombre. Es un dolor casi físico, lo siento oprimiéndome el estómago, martilleándome en la cabeza. Hubo un tiempo en el que decirlo era fácil, incluso reconfortante. Se deslizaba suave por mi garganta y brotaba de mis labios como si fuese lo más natural del mundo. Conocí a Hamish cuando tenía 15 años y era tonta, inocente y feliz. Constituyó todo lo que yo deseaba en ese momento y más: era un amigo, un apoyo, un compañero, un amor, una razón para vivir. Fue mi salvador, aunque él lo negaba continuamente. Era increíblemente cabezota, y le encantaba llevarme la contraria. Él me salvó y yo fui su ruina. Pasaron demasiadas cosas, cosas que ninguno de los dos buscamos, cosas que desearía no haber vivido. Mi valor se convirtió en cobardía, mi fuerza en debilidad, y yo me hundía más y más en la miseria mientras que él intentaba sacarme de allí a rastras. Yo no quería tener miedo, temblar cada vez que oyese un susurro entre las sombras. Y no quería depender de él y hundirle conmigo en mi propia desesperación. Así que busqué otras vías, formas de volver a sentirme valiente, de volver a tener el control en mis manos. Como, por ejemplo, sosteniendo una pistola sobre la cabeza de alguien. Lo que sucedió cuando cumplí los... 18 años. Intenté esconderlo, mi nueva forma de vida, mis nuevos hábitos, el cuchillo que llevaba siempre cerca de mí, y funcionó durante un año. Pero la cagué por segunda vez consecutiva. Y entonces nos despedimos, el uno del otro, de "mutuo acuerdo". Sinceramente, preferiría haberme rebanado el cuello a vivir sin Hamish. Y para qué mentir, no sé por qué no lo he hecho aún. Quizás sea porque tengo un miedo atroz a morirme (oh, la ironía). O puede que sea un acto de puro egoísmo. Pero prefiero pensar que es porque, por mucho que Hamish me odie (y sé que lo hace, por supuesto que lo hace, quizás más de lo que haya odiado a nadie. Y no le culpo), no le gustaría saberme muerta. 

Dios, ¿sabes qué? Aún sigue siendo la principal razón por la que me levanto cada mañana. Por la que no hago la primera locura que se me pase por la cabeza. Nadie puede imaginar lo que daría por volver atrás y cambiar el desastre que provoqué. Lo jodí todo, yo y solo yo, y le obligué a pasar por cosas por las que no debería haber pasado. Era lo que más me importaba en el mundo, lo que más me importa aún en día, y le hice daño. ¿Sabes lo que me odio por ello? ¿Sabes la de veces que me he repetido lo despreciable que soy? He aquí la razón por la que no quiero mejorar mi vida, por la que no quiero progresar. Por la que no quiero ser feliz. Porque sé que no lo merezco, no merezco nada mejor que esto, que este mundo de sangre, drogas y dolor. Me he ganado cada uno de estos asquerosos días que vivo, y cada una de las lágrimas que derramo en cada uno de ellos. Con tal de que él sea todo lo feliz que pueda ser después de que yo le destrozase como lo hice. Pero nunca le diría esto, porque el muy idiota es demasiado compasivo, demasiado bueno, y volvería a hacer algo de lo que se arrepentiría más tarde, como por ejemplo, quererme. Le echo de menos, cada día, cada hora, cada maldito segundo, porque aún le quiero. Y precisamente porque le quiero tengo que mantenerle alejado de mí para no volver a hacerle daño. 

Supongo que Eli se refería a esto cuando dijo que me desahogase. No creo que pudiese haberlo hecho si no estuviese tan colocada como estoy ahora. Pero, definitivamente, no me siento mejor ahora que antes. Como decía, esta mierda no sirve de nada...

martes, 24 de diciembre de 2013

Día 1.

Querido diario, u hola, o lo que sea que se le diga a un maldito cuaderno en el que estás a punto de contar tu vida, la cual no le interesa a nadie, pero- Bah, da igual. Acabemos con esto cuanto antes.
No sé ni por qué estoy haciendo esto. Bueno, en realidad sí lo sé. Es culpa de Eli, piensa que necesito desfogarme de alguna forma. Como si pegarle cuatro tiros en la cabeza a un cabrón cada día no fuese suficiente. En fin, me ha obligado a escribir un diario, creo que piensa que si escribo toda la mierda que tengo guardada, esta desaparecerá de mi cabeza y me sentiré "mejor". Para serte sincera, pedazo de folio, opino que esto es una gilipollez. Pero es Eli quien me paga, así que será mejor seguirle el rollo durante al menos un tiempo.
Primero, debería presentarme. Supongo. No estoy muy segura, no estoy demasiado acostumbrada a estas cosas. Soy Jeanne Moran, tengo 24 años, y llevo... Unos 6 años dedicándome al noble arte de asesinar sin ser vista. Vaya, esos son bastantes años. Quizás debería tomarme unas vacaciones. Tengo demasiados vicios como para pararme a nombrarlos -y obviamente, muy poca paciencia como para contarlos-. Y... No creo que haya nada más. Como puedes ver, soy una persona con una profunda vida interior.
Supongo que para llevar a cabo esta "terapia" o lo que sea esto debería contarte mi vida. Pero creo que sencillamente voy a saltar al punto en el que todo se fue a la mierda, mucho más interesante, ¿no crees, cuadernito? Aún no estoy muy segura de cuando empezó. Quizás fue cuando vine a Londres a buscar a mi padre ideal que me querría y protegería y en su lugar me encontré a un francotirador con un novio psicópata. Pero no, eso sería culpar a otro de mis problemas, y no está bien. A veces me sigo preocupando de si las cosas que hago están bien o mal, así que no me juzgues. En realidad, creo que ahí es cuando todo empezó a ir a mejor, diría yo. No gracias a mi padre, por desgracia. Y mucho menos a su amante líder del crimen organizado. En parte tuvo que ser gracias a Eli. Le debo mucho a Eli, pero ya nunca se lo digo. No creo que me tomase demasiado en serio si le diese las gracias por nada hoy en día. Pero la proeza de convertirme súbitamente en una niña buena no es tanto mérito suyo sino de.
¿Sabes qué? No me apetece hablar de ello. No hoy. Quizás mañana tampoco. Supongo que lo haré cuando Eli me obligue a escribir otra vez.