martes, 24 de diciembre de 2013

Día 1.

Querido diario, u hola, o lo que sea que se le diga a un maldito cuaderno en el que estás a punto de contar tu vida, la cual no le interesa a nadie, pero- Bah, da igual. Acabemos con esto cuanto antes.
No sé ni por qué estoy haciendo esto. Bueno, en realidad sí lo sé. Es culpa de Eli, piensa que necesito desfogarme de alguna forma. Como si pegarle cuatro tiros en la cabeza a un cabrón cada día no fuese suficiente. En fin, me ha obligado a escribir un diario, creo que piensa que si escribo toda la mierda que tengo guardada, esta desaparecerá de mi cabeza y me sentiré "mejor". Para serte sincera, pedazo de folio, opino que esto es una gilipollez. Pero es Eli quien me paga, así que será mejor seguirle el rollo durante al menos un tiempo.
Primero, debería presentarme. Supongo. No estoy muy segura, no estoy demasiado acostumbrada a estas cosas. Soy Jeanne Moran, tengo 24 años, y llevo... Unos 6 años dedicándome al noble arte de asesinar sin ser vista. Vaya, esos son bastantes años. Quizás debería tomarme unas vacaciones. Tengo demasiados vicios como para pararme a nombrarlos -y obviamente, muy poca paciencia como para contarlos-. Y... No creo que haya nada más. Como puedes ver, soy una persona con una profunda vida interior.
Supongo que para llevar a cabo esta "terapia" o lo que sea esto debería contarte mi vida. Pero creo que sencillamente voy a saltar al punto en el que todo se fue a la mierda, mucho más interesante, ¿no crees, cuadernito? Aún no estoy muy segura de cuando empezó. Quizás fue cuando vine a Londres a buscar a mi padre ideal que me querría y protegería y en su lugar me encontré a un francotirador con un novio psicópata. Pero no, eso sería culpar a otro de mis problemas, y no está bien. A veces me sigo preocupando de si las cosas que hago están bien o mal, así que no me juzgues. En realidad, creo que ahí es cuando todo empezó a ir a mejor, diría yo. No gracias a mi padre, por desgracia. Y mucho menos a su amante líder del crimen organizado. En parte tuvo que ser gracias a Eli. Le debo mucho a Eli, pero ya nunca se lo digo. No creo que me tomase demasiado en serio si le diese las gracias por nada hoy en día. Pero la proeza de convertirme súbitamente en una niña buena no es tanto mérito suyo sino de.
¿Sabes qué? No me apetece hablar de ello. No hoy. Quizás mañana tampoco. Supongo que lo haré cuando Eli me obligue a escribir otra vez.